domingo, 25 de enero de 2009

Nuestro propósito...

El propósito fundamental del trabajo es destacar y a la vez profundizar en la figura del Maestro, como divulgador de los avances tecnológicos que como parte de la revolución industrial, se gestan ante sus ojos. Martí, con su aguda inteligencia y visión de futuro utiliza el periodismo científico, el cual encuentra su más alta expresión en la revista La América, como vehículo fundamental para manifestar su interés por el devenir científico – técnico y la importancia de estos para el ser humano.

El ejercicio periodístico, el sentido de información actualizada y de divulgación orientadora de temas de interés para nuestros pueblos de América, convierten a Martí en uno de los más completos divulgadores del desarrollo vertiginoso de las comunicaciones y en especial del teléfono tema al que le prestó especial interés. Dos avances tecnológicos de punta en el siglo XIX la electrificación y la telefonía le interesaron vivamente y al respecto dejó múltiples constancias periodísticas.

Un poco de historia...

A más 150 años del nacimiento de José Martí Pérez el Héroe Nacional de Cuba sigue marcando rumbos, particularmente en cuanto a los conocimientos que debe tener cada persona culta. Para Martí la cultura universal tiene dos vertientes de similar jerarquía: La artística-literaria y la científica-tecnológica, en esta temática precisamente, dos avances tecnológicos de punta en el siglo XIX la electrificación y la telefonía le interesaron vivamente y al respecto dejó múltiples constancias periodísticas.

José Martí apóstol de nuestra independencia, hombre de letras y de ciencia a la vez, soldado, poeta, revolucionario y mucho más, y es que Martí fue un hombre excepcional, capaz de tratar los más disimiles temas científico-técnico de su época con tal dominio y profundidad que casi se podría decir que era un especialista en medio una disertación.

La ciencia vista a través de los ojos de José Martí...

A reflexionar en torno al desarrollo científico-técnico en sus diversos ángulos, se han dedicado historiadores, filósofos, sociólogos, científicos, los cuales sin dudas enriquecen en profundidad y diversidad tan complejo como importante fenómeno social. La ciencia, la técnica y la tecnología no escaparon al pensamiento martiano con su visión política, humanística y ética.

Fue José Martí, ejemplo singular de hombre de formación esencialmente humanística, quien percibió a plenitud la necesidad de poseer una cultura integral a la altura de su tiempo. No fue casual, que poco antes de morir en tierra cubana le manifiesta en carta a María Mantilla: ”Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo, en el orden del mundo (…) y en la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno…” (1)

La ciencia y la técnica son vistas por Martí, ante todo, como un fenómeno social, su desarrollo depende de las condiciones históricas concretas en que un pueblo surge y progresa. Concibe la ciencia como el conjunto de los conocimientos humanos aplicables a un grupo de objetos que se relacionan entre sí.

Martí considera que el desarrollo científico técnico debe estar en función de la satisfacción de las necesidades de las grandes mayorías, de los humildes, que crean la cultura con su trabajo manual y espiritual, y no de las ansias de riqueza y poder de los que explotan a esas mayorías en su beneficio personal. De ahí, que propone mediante sus publicaciones a los pueblos de América Latina asimilar de manera creadora los adelantos científico - técnicos. El hecho de haber vivido durante la mayor parte de los últimos quince años de su vida en los Estados Unidos de Norteamérica, donde se desarrollaba a toda máquina la revolución técnica e industrial de fines del siglo XIX, desempeñó un papel muy importante en la formación de la cultura científica y técnica de José Martí. Su voluntad permanente de cultivarse, de tratar de entender al mundo y no sólo de vivirlo, de razonarlo, fue el motor principal que llevaría a Martí a hacerse de una cultura científica y técnica poco común entre los hombres de su época. El objetivo que Martí se trazó con el trabajo periodístico fue humanizar y popularizar la ciencia y la técnica mundial en beneficio de nuestros pueblos (2). Para ello tratar de cumplir lo que considera su deber: "poner la ciencia en lengua diaria", aspiraba a que las personas comunes pudieran utilizar la ciencia como el "único medio que tiene el hombre de explicarse las leyes de la vida".

Revista “La América”, vehículo para la divulgación científica

La Revolución Industrial, su trascendencia en la esfera económica, tecnológica y social, la expansión a Estados Unidos de la Revolución del vapor, carbón y después la Revolución de la electricidad, influyeron en sectores de producción claves como: el textil, el siderúrgico, el de automoción, el aeronáutico y el petroquímico. La Revolución Industrial propició un fuerte desarrollo de los medios de comunicación: teléfono, radio, cine. La revolución científico – técnica, reconocible inicialmente, por la generalización del alumbrado público y la instauración del teléfono tiene en José Martí un cronista informado.

El ejercicio periodístico es el vehículo más importante pero no el único mediante el cual se manifiesta el interés martiano por el devenir científico – técnico. La originalidad del periodismo de nuevo tipo que inicia José Martí como vehículo para la divulgación científico – técnica encuentra una de sus más altas expresiones en la revista La América. Esta publicación había comenzado en abril de 1882, en Nueva York, bajo la dirección de Rafael de Castro Palomino, quien solicita la colaboración del poeta. En los primeros meses de 1883 José Martí asume la dirección de La América y se mantiene en ese cargo al menos durante trece meses, pues se sabe que en enero de 1884 es ratificado en éste por Ricardo Farrés, entonces nuevo propietario de la revista. A partir del mes de marzo de 1883, el Maestro redacta La América en su totalidad, desde los titulares hasta los artículos ensayísticos.

Martí caracteriza La América como “periódico útil”, pues se dedicó a divulgar los adelantos de la industria, comercio y agricultura de los productores de la América del Norte, y en el avisador prudente de los compradores de la América del Sur. Este móvil económico no escapa a la sagacidad de nuestro Héroe que, paralelamente a su labor divulgativa, alerta a nuestros pueblos sobre las intenciones norteñas de crecer a sus expensas, y sugiere en cada caso cuáles son los aportes científicos – técnicos cuya incorporación redundaría en beneficios inmediatos para las economías agrarias de los países latinoamericanos.

Este carácter de la publicación permite a José Martí tratar desde las páginas de La América los recientes descubrimientos científicos, la reseña pormenorizada de las exposiciones que exhibían los últimos logros de la técnica, así como el comentario de libros nuevos y la reflexión sobre importantes aspectos de las relaciones económicas que trataban de imponer los Estados Unidos a nuestra América. Especial énfasis pone en subrayar la necesidad de la formación científica como soporte esencial de la educación en nuestros pueblos.

Estas valoraciones martianas, como es lícito esperarlo, están presididas por una enraizada formación humanística y aluden a tópicos tan disímiles como: medicina, química, agricultura, geología, telecomunicaciones, mecánica, transporte; así como a personalidades de la ciencia y la técnica.

Muestras de las concepciones educativas y el amor a la ciencia...

El 9 de abril de 1895 Martí escribió una carta a María Mantilla, que hoy se considera un verdadero monumento a la ternura y al amor del Apóstol hacia la niñez. De igual forma, en esta misiva, Martí dejó constancia de sus concepciones educativas y de su amor a la ciencia. Una de las cuestiones más trascendentes de esta epístola es la comunicación a María de que le ha regalado dos libros. Uno de ellos es el Curso de enseñanza científica (Ciencias físicas y naturales), del científico francés Paul Bert, publicado por vez primera en 1881.

La cita martiana sobre este texto plantea: “El otro libro es para leer y enseñar: es un libro de 300 páginas, ayudado de dibujos, en que está, María mía, lo mejor –y todo lo cierto- de lo que se sabe de la naturaleza ahora. Ya tú leíste o Carmita leyó antes que tú, las Cartillas de Appleton. Pues este libro es mucho mejor, -más corto, más alegre, más lleno, de lenguaje más claro, escrito todo como se lo ve. Lee el último capítulo, La Physiologie Végétale,- la vida de las plantas, y verás qué historia tan poética y tan interesante. Yo la leo y la vuelvo a leer, y siempre me parece nueva... (OC. T.20, p.218)

“Lean tú y Carmita el libro de Paul Bert- a los dos o tres meses, vuelvan a leerlo: léanlo otra vez y ténganlo cerca siempre...” (OC. T.20, p.219)

Entre las razones más poderosas que asistieron a Martí para recomendar este texto, se puede destacar la organización del contenido de acuerdo a sus lectores potenciales, los niños.

Sobre electricidad trae esta reseña: “Pero, con las pilas intensas ¡qué cosas tan extraordinarias se pueden obtener! Se pueden producir convulsiones en un hombre y hasta matarle. Se producen chispas que, bien regularizadas, dan la magnífica luz eléctrica que hoy se adopta como alumbrado en las grandes poblaciones. Se descomponen diversos cuerpos para depositar metales sobre otro cuerpo como, por ejemplo, para dorar o platear, y se hacen infinidad de cosas admirables (…). Entre ellas se encuentra el telégrafo eléctrico, con el cual se envían las noticias a distancias inmensas con la ayuda de un hilo conductor que la electricidad recorre con una velocidad igual a la de [la] luz; el teléfono que traslada y reproduce la voz humana tan bien que en la Exposición de la electricidad, que tuvo lugar por primera vez en París en 1881, se oía a media legua de distancia todo lo que cantaban los actores de la Opera; y el micrófono que aumenta y hace oír los sonidos más insignificantes; así, el ruido que hace una mosca al andar sobre un papel blanco, parece el que produce un caballo dando patadas sobre un piso sonoro. ¡Ah, necesitaríamos la vida entera para estudiar todo esto!” (pp.199-200)

Sobre la telefonía...

Sobre su labor periodística en el periódico “La América” de Nueva York, junio de 1883 encontramos artículos como: La luz de Edison, donde ofrece una pormenorizada explicación del como la red eléctrica estaba ganando espacio en las ciudades y su admiración hacia Edison al expresar: Y si se ve luego a Edison, se entiende el invento; porque lo lleva en los ojos”. En otro momento realiza varios artículos sobre el tema de la electricidad ejemplo de ellos son: “Carros eléctricos” de septiembre de1883, “Carruajes eléctricos” y “Últimos adelantos en electricidad” de octubre de 1883, “Tranvías de cable” de junio de 1884 y muchos otros en los cuales pone de manifiesto como la electricidad juega un papel fundamental del desarrollo del hombre, de las ciudades y de los más revolucionaros avances de la ciencia y la tecnología de su tiempo.

En cuanto a la telefonía, difícilmente haya un periodista iberoamericano que en el siglo XIX siguiera más de cerca los avances de ese medio de comunicación. Es en la revista La América, editada en Nueva York, en octubre de 1883, donde Martí escribe: “No es raro oír decir mal de los imperfectos teléfonos magnéticos, y de lo difícil de su uso, a los que con su voz natural, y sin esfuerzo ni práctica, intentan por primera vez hablar y oír por el hilo telefónico. Hay que vocear, para poder ser entendido: y si lo que nos dicen sólo lo oímos nosotros, siempre que ponga cuidado en hablar claro y alto nuestro comunicante, lo que nosotros decimos, lo oyen lodos los que están a nuestro alrededor. Maravilla como es, cuesta cierto trabajo hacerse a ella, y se la desea más eficaz y acabada. Berliner, de Hannover, ha presentado en Viena un teléfono culto, distinguido, leal, discreto: se puede hablar por él en voz serena y baja, como se habla en salones, y como se cuentan sus esperanzas y recuerdan sus penas los esposos felices: no se pierden las sílabas, ni se corre el riesgo de ser oído por todos los que andan cerca. El mismo transmisor microfónico que trae a una alcoba retirada los acordes briosos de la fanfarria guerrera que anima a los paseantes que repletan las calles umbrosas y comedores alegres del espaciosísimo Prater, conduce sutilmente, y con amable reserva, la más delicada conversación de negocios entre dos oficinas distantes.

El transmisor microfónico de Berliner ha sido al punto aceptado como indiscutible mejora por las compañías de teléfonos: de todos los teléfonos que competían en la Exposición, sólo no lo usaba el electrodinámico de Siemens.–El transmisor de Berliner consiste en una pequeña punta de carbón duro suspendida entre dos tornillos cónicos. La punta de carbón toca un pequeño disco de carbón también duro, sujeto a una membrana metálica, con cuya disposición se consigue el contacto microfónico sin que haya fricción. La membrana circular no está fija a la cubierta de la caja del micrófono sino en un punto, y al cerrar la caja queda comprimida contra la cubierta por un resorte unido, junto con el disco de carbón, a la membrana, el cual resorte sirve de conductor entre el disco de carbón y el cable inductor, y de regulador además, en caso de que las vibraciones de la membrana fuesen demasiado fuertes, o no lo fuesen bastante. La batería del transmisor consiste, por lo común, de un elemento de Lechanché. (Elemento técnico antecesor de las actuales pilas secas)

Repetía el transmisor microfónico con singular delicadeza a los visitantes de la Exposición las sonatas ligeras o piezas de música plácida de la banda del Prater; pero, como habían colocado el receptor en el pabellón mismo en que tocaba la banda, y no, como debieron, a alguna distancia, oíase sólo como lejana batalla de sonidos encolerizados y gruñones cuando la banda daba al aire su bulliciosa música de bronce. Parecía corno si a la boca del receptor lidiasen apretadamente por entrar a la vez los sonidos hinchados y acelerados de la pieza ruidosa, o como si sedientos duendes del bosque, rechonchuelos y alados, se dieran de pescozadas y embestidas por penetrar primero en el hueco tentador de la llave de un tonelillo de cerveza.–¡Llenos de duendes fungosos y negros, están estos toneles! al fin, los de vino puro están llenos de mariposas de varios colores! No así los de vino falsificado; que las mariposas de alas siniestras de reflejos sulfúricos que en sus tinieblas húmedas danzan, recuerdan a esas míseras mozas de venta que en fuga fantástica se deslizan, como espectros expelidos por el viento azotante de oscura caverna, a lo largo de los bulevares de Paris!–Oían los concurrentes a la Exposición, como si los tuvieran de cerca, a una cantatriz que en aquellos instantes estaba cantando en Baden, a doce millas de Viena, acompañada ¡oh victorias del hombre que hacen batir palmas! por un músico que tocaba la cítara en Kornenburg, a igual distancia de la ciudad, pero del otro lado del Danubio! …” (3)

En 1860, organizó demostraciones prácticas para atraer inversionistas. Por ejemplo, logró que la voz de un cantante se oyera con claridad transmitida a través del aparato. Los periódicos italianos de Nueva York describieron el hecho, pero la trampa de Bell, amparado en las cortes, ya estaba en marcha. Se dice que Edward Grant, entonces vicepresidente de la poderosa empresa de telegrafía Western Union, se negó a asistir a la demostración que le haría el italiano de su "telégrafo parlante". En 1874 Meucci pidió a los ejecutivos de la Western que le devolvieran el material, pero le dijeron que se había perdido. Dos años después, ante el asombro de los que conocían a Meucci, Alexander Graham Bell patentó el teléfono

Martí y la patente del teléfono...

Pero Martí no sólo estuvo al tanto, y al detalle, de los avances tecnológicos logrados en la telefonía. También hurgo en la polémica acerca de la patente de invención del teléfono, otorgada en 1876 al escocés Alexander Graham Bell, mas tarde ciudadano norteamericano.

Martí planteo:

“Hay razones reales para creer que la patente de Bell es fraudulenta. Ni la Pan Electric, ni ninguna otra empresa privada puede combatir con éxito en los tribunales… contra el influjo y recursos cuantiosos de la compañía Bell, acusada de fraude y despotismo por la opinión pública. Denunciado el fraude en un patente, el gobierno de los Estados Unidos, que la dio, tiene la obligación de investigar si el derecho de privilegio de que es depositario le fue hurtado. ”

Diez años después (1886) se celebró el juicio Meucci vs. Bell. Hasta el Secretario de Estado mostró públicamente que existían pruebas suficientes para atribuir la prioridad al primero y Thomas Alva Edison envió una carta al juez posicionándose a favor de Meucci. Pero en la corte ganó el dinero de Bell y los prejuicios del sistema contra los inmigrantes. Un siglo y 26 años después, sin tiempo para disfrutarlo, Antonio Meucci ha sido reivindicado, pero las causas de su injusto despojo han cambiado poco.

Jose Martí inconforme con la injusticia y los abusos cometidos por la compañía Bell vuelve sobre el tema cuando el 28 de marzo de 1886 en el periódico La Nación de Buenos Aires pública el artículo: El gran escándalo, del cual se extra la siguiente sentencia que resume en gran medida la posición del apóstol respecto a la infamia que representa el robo de la invención del teléfono:

La compañía de Bell, que con los provechos del monopolio de teléfono ha acumulado un caudal considerable, ha vencido doce veces en los tribunales a los que niegan a Bell la invención del instrumento; a pesar de que es válida en el público la opinión de que no fue él el inventor […].

No hay constancia de que Martí conociera al Italiano Antonio Meucci, el verdadero inventor del teléfono.

Concluyendo....

El intenso ejercicio periodístico de estos años, aliado al sentido de información actualizada y divulgación orientadora, convierte al Maestro en uno de los más completos divulgadores de los avances de la ciencia y la técnica de la época, donde realiza una justa valoración de la ciencia y la técnica como fenómenos sociales y vincula el desarrollo de estos con las condiciones históricos concretas. Martí con su labor, ejerce una alerta constante a nuestros pueblos sobre las intenciones norteñas de dominarlos.

En la medida en que se pertrecha del saber científico de su época se acerca cada vez más a la comprensión dialéctica del proceso del desarrollo social, para ellos considera el desarrollo científico - técnico en función de las necesidades de los pueblos, y no para satisfacer las ansias de poder de los explotadores, lo que le permite acceder a una visión muy avanzada de la relación hombre, naturaleza y sociedad.

Algunas Referencias

1. Altshuler, José. José Martí y la cultura científica. Juventud Técnica (La Habana) 265 : 10-15, dic., 1989.

2. Martí Pérez J. Cartas a Maria Mantilla. En: Martí Pérez J. Obras Completas. 2nd ed. La Habana, Cuba: Editorial Ciencias Sociales; 1975. p 218.

3. Martí Pérez J. Exposición de Electricidad. En Martí: Pérez J. La América. 2nd ed. La Habana, Cuba: Editorial Ciencias Sociales; 1975. p 347 – 349.

4. Martí Pérez J. En: Martí Pérez J. Obras Completas. 2nd ed. La Habana, Cuba: Editorial Ciencias Sociales; 1975.

Bibliografía Consultada

1. Martí Pérez, J. Obras Completas. Vol. 7. 2nd ed. La Habana: Ciencias Sociales; 1975.
2. Toledo Benedit, J. La Ciencia y la Técnica en José Martí. 2nd ed. La Habana: Científico – Técnica;2003.
3. Toledo Sande, L. Biografía de José Martí. 2nd. La Habana: Pueblo y Educación; 1998.

4. Bert, Paul. Curso de enseñanza científica (ciencias físicas y naturales). París: Librería Armand Colin, 1925.

5. Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias, Artes, etc. Barcelona: Montaner y Simón, 1912.

6. Martí, José. Obras completas. La Habana: Ed. de Ciencias Sociales, 1975. Tomos 2, 6 ,7 ,8 ,14, 15, 19, 20 y 23.

7. Schlachter, Alexis. El último libro que regaló Martí. pp.64-66. En: Bohemia. No.20. 14 mayo 1993.

Antonio Meucci verdadero inventor del teléfono

Si se habla de quien inventó el teléfono seguro se piensa en Alexander Graham Bell, pues así se ha divulgado desde finales del siglo XIX y aparece consignado en la mayoría de las enciclopedias y libros.

Sin embargo, el verdadero autor de ese aparato que hoy nos resulta imprescindible fue Antonio Meucci, ingeniero, nacido en Florencia, Italia, en 1808. Contratado como mecánico del Teatro Tacón, actual Gran Teatro García Lorca, vino a Cuba, en diciembre de 1835, en compañía de su esposa. Poco después, en 1844, por acuerdo del gobernador de la Isla, estableció un pequeño taller para el galvanizado de material militar de sables. Pasó el tiempo y en 1849, por casualidad, mientras empleaba un método para curar enfermedades mediante descargas eléctricas, descubrió que la voz podía viajar mediante impulsos eléctricos a través de un cable de cobre.

Meucci dijo al periódico II Commercio di Genova, el 1 de diciembre de 1865:

(…) Vine a descubrir que con un instrumento sostenido junto a la oreja y con la ayuda de la electricidad y un alambre metálico, uno podía transmitir la palabra exacta sosteniendo el conductor en la boca y apretándolo entre los dientes, y dos personas podían ponerse en comunicación directa a cualquier distancia sin necesidad de comunicar sus secretos a otros.

... a partir de este momento esta fue mi imaginación, y reconocí que yo había obtenido la transmisión de la palabra humana por medio de un alambre conductor unido a varias pilas para producir electricidad, y le di inmediatamente el nombre de telégrafo parlante.

Para perfeccionar su creación, partió para los Estados Unidos, donde tras numerosos trabajos construyó su primer teléfono electromagnético, que luego perfeccionó. En 1871, cinco años antes que Alexander Graham Bell, presentó una solicitud de patente preliminar nombrada telégrafo de sonido, pero esta caducó por falta de dinero pues Meucci no pudo pagar los derechos de renovación.


Imagen del teletrófono original diseñado por Meucci.


Bell robó la idea del italiano que había acudido con los papeles del invento a la Western Union, compañía donde el primero trabajaba. Se entabló una encarnizada polémica por la paternidad de la invención del teléfono donde el norteamericano venció dados sus recursos financieros.

Dice un refrán que más vale tarde que nunca y, tras mucho batallar, gracias a las presiones de historiadores e grupos italoamericanos el Congreso de los Estados Unidos recomendó en la resolución número 269 del 25 de septiembre de 2001 lo siguiente: La vida y logro de Antonio Meucci deben ser reconocidos, así como su trabajo en la invención del teléfono.