domingo, 25 de enero de 2009

Sobre la telefonía...

Sobre su labor periodística en el periódico “La América” de Nueva York, junio de 1883 encontramos artículos como: La luz de Edison, donde ofrece una pormenorizada explicación del como la red eléctrica estaba ganando espacio en las ciudades y su admiración hacia Edison al expresar: Y si se ve luego a Edison, se entiende el invento; porque lo lleva en los ojos”. En otro momento realiza varios artículos sobre el tema de la electricidad ejemplo de ellos son: “Carros eléctricos” de septiembre de1883, “Carruajes eléctricos” y “Últimos adelantos en electricidad” de octubre de 1883, “Tranvías de cable” de junio de 1884 y muchos otros en los cuales pone de manifiesto como la electricidad juega un papel fundamental del desarrollo del hombre, de las ciudades y de los más revolucionaros avances de la ciencia y la tecnología de su tiempo.

En cuanto a la telefonía, difícilmente haya un periodista iberoamericano que en el siglo XIX siguiera más de cerca los avances de ese medio de comunicación. Es en la revista La América, editada en Nueva York, en octubre de 1883, donde Martí escribe: “No es raro oír decir mal de los imperfectos teléfonos magnéticos, y de lo difícil de su uso, a los que con su voz natural, y sin esfuerzo ni práctica, intentan por primera vez hablar y oír por el hilo telefónico. Hay que vocear, para poder ser entendido: y si lo que nos dicen sólo lo oímos nosotros, siempre que ponga cuidado en hablar claro y alto nuestro comunicante, lo que nosotros decimos, lo oyen lodos los que están a nuestro alrededor. Maravilla como es, cuesta cierto trabajo hacerse a ella, y se la desea más eficaz y acabada. Berliner, de Hannover, ha presentado en Viena un teléfono culto, distinguido, leal, discreto: se puede hablar por él en voz serena y baja, como se habla en salones, y como se cuentan sus esperanzas y recuerdan sus penas los esposos felices: no se pierden las sílabas, ni se corre el riesgo de ser oído por todos los que andan cerca. El mismo transmisor microfónico que trae a una alcoba retirada los acordes briosos de la fanfarria guerrera que anima a los paseantes que repletan las calles umbrosas y comedores alegres del espaciosísimo Prater, conduce sutilmente, y con amable reserva, la más delicada conversación de negocios entre dos oficinas distantes.

El transmisor microfónico de Berliner ha sido al punto aceptado como indiscutible mejora por las compañías de teléfonos: de todos los teléfonos que competían en la Exposición, sólo no lo usaba el electrodinámico de Siemens.–El transmisor de Berliner consiste en una pequeña punta de carbón duro suspendida entre dos tornillos cónicos. La punta de carbón toca un pequeño disco de carbón también duro, sujeto a una membrana metálica, con cuya disposición se consigue el contacto microfónico sin que haya fricción. La membrana circular no está fija a la cubierta de la caja del micrófono sino en un punto, y al cerrar la caja queda comprimida contra la cubierta por un resorte unido, junto con el disco de carbón, a la membrana, el cual resorte sirve de conductor entre el disco de carbón y el cable inductor, y de regulador además, en caso de que las vibraciones de la membrana fuesen demasiado fuertes, o no lo fuesen bastante. La batería del transmisor consiste, por lo común, de un elemento de Lechanché. (Elemento técnico antecesor de las actuales pilas secas)

Repetía el transmisor microfónico con singular delicadeza a los visitantes de la Exposición las sonatas ligeras o piezas de música plácida de la banda del Prater; pero, como habían colocado el receptor en el pabellón mismo en que tocaba la banda, y no, como debieron, a alguna distancia, oíase sólo como lejana batalla de sonidos encolerizados y gruñones cuando la banda daba al aire su bulliciosa música de bronce. Parecía corno si a la boca del receptor lidiasen apretadamente por entrar a la vez los sonidos hinchados y acelerados de la pieza ruidosa, o como si sedientos duendes del bosque, rechonchuelos y alados, se dieran de pescozadas y embestidas por penetrar primero en el hueco tentador de la llave de un tonelillo de cerveza.–¡Llenos de duendes fungosos y negros, están estos toneles! al fin, los de vino puro están llenos de mariposas de varios colores! No así los de vino falsificado; que las mariposas de alas siniestras de reflejos sulfúricos que en sus tinieblas húmedas danzan, recuerdan a esas míseras mozas de venta que en fuga fantástica se deslizan, como espectros expelidos por el viento azotante de oscura caverna, a lo largo de los bulevares de Paris!–Oían los concurrentes a la Exposición, como si los tuvieran de cerca, a una cantatriz que en aquellos instantes estaba cantando en Baden, a doce millas de Viena, acompañada ¡oh victorias del hombre que hacen batir palmas! por un músico que tocaba la cítara en Kornenburg, a igual distancia de la ciudad, pero del otro lado del Danubio! …” (3)

En 1860, organizó demostraciones prácticas para atraer inversionistas. Por ejemplo, logró que la voz de un cantante se oyera con claridad transmitida a través del aparato. Los periódicos italianos de Nueva York describieron el hecho, pero la trampa de Bell, amparado en las cortes, ya estaba en marcha. Se dice que Edward Grant, entonces vicepresidente de la poderosa empresa de telegrafía Western Union, se negó a asistir a la demostración que le haría el italiano de su "telégrafo parlante". En 1874 Meucci pidió a los ejecutivos de la Western que le devolvieran el material, pero le dijeron que se había perdido. Dos años después, ante el asombro de los que conocían a Meucci, Alexander Graham Bell patentó el teléfono

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