domingo, 25 de enero de 2009

Muestras de las concepciones educativas y el amor a la ciencia...

El 9 de abril de 1895 Martí escribió una carta a María Mantilla, que hoy se considera un verdadero monumento a la ternura y al amor del Apóstol hacia la niñez. De igual forma, en esta misiva, Martí dejó constancia de sus concepciones educativas y de su amor a la ciencia. Una de las cuestiones más trascendentes de esta epístola es la comunicación a María de que le ha regalado dos libros. Uno de ellos es el Curso de enseñanza científica (Ciencias físicas y naturales), del científico francés Paul Bert, publicado por vez primera en 1881.

La cita martiana sobre este texto plantea: “El otro libro es para leer y enseñar: es un libro de 300 páginas, ayudado de dibujos, en que está, María mía, lo mejor –y todo lo cierto- de lo que se sabe de la naturaleza ahora. Ya tú leíste o Carmita leyó antes que tú, las Cartillas de Appleton. Pues este libro es mucho mejor, -más corto, más alegre, más lleno, de lenguaje más claro, escrito todo como se lo ve. Lee el último capítulo, La Physiologie Végétale,- la vida de las plantas, y verás qué historia tan poética y tan interesante. Yo la leo y la vuelvo a leer, y siempre me parece nueva... (OC. T.20, p.218)

“Lean tú y Carmita el libro de Paul Bert- a los dos o tres meses, vuelvan a leerlo: léanlo otra vez y ténganlo cerca siempre...” (OC. T.20, p.219)

Entre las razones más poderosas que asistieron a Martí para recomendar este texto, se puede destacar la organización del contenido de acuerdo a sus lectores potenciales, los niños.

Sobre electricidad trae esta reseña: “Pero, con las pilas intensas ¡qué cosas tan extraordinarias se pueden obtener! Se pueden producir convulsiones en un hombre y hasta matarle. Se producen chispas que, bien regularizadas, dan la magnífica luz eléctrica que hoy se adopta como alumbrado en las grandes poblaciones. Se descomponen diversos cuerpos para depositar metales sobre otro cuerpo como, por ejemplo, para dorar o platear, y se hacen infinidad de cosas admirables (…). Entre ellas se encuentra el telégrafo eléctrico, con el cual se envían las noticias a distancias inmensas con la ayuda de un hilo conductor que la electricidad recorre con una velocidad igual a la de [la] luz; el teléfono que traslada y reproduce la voz humana tan bien que en la Exposición de la electricidad, que tuvo lugar por primera vez en París en 1881, se oía a media legua de distancia todo lo que cantaban los actores de la Opera; y el micrófono que aumenta y hace oír los sonidos más insignificantes; así, el ruido que hace una mosca al andar sobre un papel blanco, parece el que produce un caballo dando patadas sobre un piso sonoro. ¡Ah, necesitaríamos la vida entera para estudiar todo esto!” (pp.199-200)

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